Café filosófico: ¿Por qué sufrimos?

Café filosófico: ¿Por qué sufrimos?

Imagen | Iñaki Basoa

Aceptar significa que te permites sentir lo que estás sintiendo en ese momento. Forma parte de la esencia del Ahora. No se puede discutir lo que es. Bueno, sí se puede, pero si lo haces, sufres. Al aceptarlo, te conviertes en lo que eres: vasto, espacioso.

Eckhart Tolle

Día cuarenta y dos de la cuarentena. Ya más de una cuarentena. Esta parada. ¿Te has detenido a mirar la evolución de tus sensaciones, tus pensamientos, tus emociones? Cómo han cambiado… Suele haber un vuelco significativo hacia los dos tercios de una cuarentena… aunque, claro, ésta es forzada. Para endulzar la tarde, una de las participantes leyó un poema del Premio Cervantes de este año, cuya entrega hubo de ser aplazada, como tantas otras cosas; el poema titulado “Libertad”, de Joan Margarit, en el que hay un verso muy traído y llevado estos días, alrededor del día del libro: “la libertad es una librería”. Y después de un poco de democracia, los asistentes a este quinto café filosófico en la distancia, decidieron que era llegado el momento de hablar del sufrimiento: ¿Por qué sufrimos? También está presente el sufrimiento estos días, fuera y dentro de nuestros hogares… Por qué no dedicarle atención filosófica, si nos está pasando. Nuestra manera de entender la filosofía no es sólo a la manera de Hegel: una lechuza que levanta su vuelo al caer la tarde. Si sufrimos, lo mejor que podemos hacer es preguntarnos por qué sufrimos. Como buenas criaturas pensantes… aunque una débil caña, como sabía Pascal y todos nosotros por experiencia.

Pero lo primero, y de ello avisó un curtido participante, es tratar de definir qué es sufrir. Y ya luego vendrá el porqué. Este propósito situó al grupo en la tesitura de distinguir entre dolor y sufrimiento.

–El dolor está más ligado a las emociones, es menos racional.

–Sí, el dolor parece algo más real…

–Y el sufrimiento, más bien, un sentimiento…

–¿Juega aquí la mente algún papel? –pregunta el orientador del encuentro.

La respuesta a esta pregunta se mostraba vacilante. Eso de referir el sufrimiento a algo mental, y no real, no acababa de verse claro, no se abría paso… Fue después cuando vino la lucidez, después de macerada la discusión, suficientemente. ¿Por qué sufrimos? Y de entre las respuestas que el grupo fue aceptando, las siguientes:

–Anticipamos el futuro, y esto nos produce sufrimiento.

–Otras veces es el pasado el que vuelve de un modo doloroso…

–Y cuando la realidad nos defrauda… y eso ocurre tantas veces…

–Realmente, sufrimos cuando las cosas nos afectan demasiado…

–¿Te refieres a que sufrimos cuando no somos capaces de separarnos de ellas?

Esto introducía el tema, crucial, de la identificación. Sufrimos, como tantos sabios han descubierto y luego han transmitido, cuando nos quedamos atrapados en el dolor, no somos capaces de tomar alguna distancia respeto al objeto del dolor. El cuerpo del dolor. Si yo me identifico, quedo a su merced. Pero, ¿qué parte nuestra lleva el peso de ese hiriente apego? Y si sufrimos por algo incontrolable por venir, o por algo pasado y sin remedio, y si una expectativa de la realidad no es ella misma, ¿cuál es, entonces, la naturaleza del sufrimiento? La respuesta caía, ahora sí, por su propio peso: la mente. Y el grupo planteó la posibilidad, yendo más allá de nosotros, estos animales “homo(no)sapiens”: ¿eso quiere decir que a más mente, más sufrimiento, y a menos mente, menos sufrimiento? Lo que llevó a discutir el caso de los animales… ¿Sufren? No lo podemos saber con exactitud, pero sufrir, sufren; a cambio, lo podemos observar. ¿Sufren como nosotros o tanto como nosotros? Es posible que no dispongan de una fábrica (mental) tan depurada como nosotros para sufrir. Nuestra conciencia del pasado y del futuro nos distingue… Y es fundamental para la supervivencia, al modo humano. ¿Es posible que el precio de la mente, de tanta mente, sea el sufrimiento? No cerraron nuestros participantes esta vía, la dejaron para ti.

En ese momento maduro, quiso preguntar el moderador: y, si hay sufrimiento en el pensar el pasado y el futuro, ¿hay sufrimiento en el presente, estando uno ahí presente? Esto inició una discusión previa acerca de la sustancialidad o no del “presente”. ¿Qué es el presente? ¿Es algo, no es nada? Un continuo… una sucesión temporal, el pasar mismo del tiempo, lo que ya ha pasado, pasado; y lo que aún no ha pasado, futuro. ¿El instante es ese pasar mismo, nada en sí? ¿O bien, no hay nada más que instante, aunque no sea nada, pasado o futuro? Vivir momento a momento, como el sabio Krishnamurti tanto repetía. En realidad, el pasado ya no es y el futuro, todavía no es. Además: el pasado se percibe ahora, igual que el futuro… ¿Será, entonces, que no existen, sino únicamente el presente, y ambos son cosa de la memoria, un ilusión? Alguien tan poco sospechoso de esoterismos como Agustín de Hipona, eso mismo te recuerda, sobre el misterio (o la realidad) del tiempo presente. “Sé bien lo que es, si no se me pregunta. Pero cuando quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé”. Por lo tanto, más que aprehensible por la mente racional, podría tratarse más bien una experiencia, que sólo puede ser sentida, vivida. Vívidamente.

Pero, la pregunta que ahora nos concierne, referida a nuestra búsqueda de hoy (¿por qué sufrimos?), exige una respuesta en otra dirección: si el pasado y el futuro tanto nos procuran alegrías y salvación, como también, son la fuente del sufrimiento, ¿estando atentos en el presente, sufrimos? Los participantes acuden a dos casos ejemplares: me hago daño en el dedo con una puerta, me duele la menstruación. Me puede llegar a doler mucho… pero más me duele todavía cuando le añado ideas: “por qué me ha pasado a mí esto”, “siempre me pasa igual”, “qué mala suerte tengo”, “con las cosas tan importantes que tenía que hacer, y ahora esto….”, etcétera, etcétera. Y es cuando sufro de verdad. El dolor, habitualmente es pasajero, el sufrimiento puede llegar a ser eterno… ¿No es esto todo un añadido mental? De ahí que toda una tradición de filosofía como terapia, inspirada, por ejemplo, en Sócrates, Epicuro, Epicteto, Spinoza o Nietzsche ponga el énfasis en el esclarecimiento de tales creencias o ideas limitadas que nos llevan a sufrir, y su transformación hacia el autoconocimiento y una vida buena y verdadera.

De ahí que, a modo de conclusión, uno de los participantes, experto en sufrimiento, como todos nosotros, apelara al sentido del sufrimiento. Es necesario. Si está en nosotros, humanos tan humanos como nosotros, alguna función habrá de cumplir. No hay que renegar del sufrimiento, negando, huyendo, evadiéndome, distrayéndome. Esto también sería apegarse a él, indirectamente, como reacción. La otra cara de la misma moneda. Quizás lo único que me viene exigido, para poder vivir mejor, es el aprender, poner consciencia. Y de eso podemos mucho, los seres humanos. De la misma manera que el dolor en tu cuerpo delata un daño y moviliza una respuesta, el sufrimiento en el alma enciende una luz de aviso: mira qué pasa con eso (de dentro o de fuera) que te hace sufrir. Poner mucha atención, permanecer atentos. Y sentir y aceptar el sentir. Permitirte sentir a fondo, sin huidas. ¿Qué, si no, significa el tiempo de duelo? Cuando sientes –estando todo tú ahí presente, desde lo profundo de ti– el dolor, entonces el sufrimiento se va atenuando, y va ocupando su lugar en la memoria… el recuerdo de una cicatriz sin herida, ya sin sufrimiento. Se trataba de eso: de vivir a fondo tu dolor. Vale.

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Café Filosófico desde Vélez-Málaga (11.10), 24 de abril de 2020, a las 17:30 horas, Sala on line, Google Meet: https://meet.google.com/ubs-unzn-nfq

About Author

Antonio Sánchez Millán

Filósofo práctico y profesor del IES “Juan de la Cierva” de Vélez-Málaga (España). Autor del libro "Practicar la filosofía, los Cafés filosóficos y otras prácticas socráticas" (Editorial Alegoría, Sevilla, 2015), que es fruto de su experiencia organizando diversos Cafés filosóficos durante los últimos años. Otros libros de filosofía practicada: "Los Otros, taller de filosofía en torno al diálogo platónico Eutifrón" (coordinador, Ed. Algorfa, Marbella 2019) y "Filosofar es cosa de niños", (Ed. Algorfa, 2020). La mayor parte de sus intereses filosóficos actuales giran, entonces, alrededor de la Práctica filosófica, además de la integración del pensamiento de Oriente y Occidente, y la búsqueda interior y la vida buena. En el ámbito literario ha obtenido el accésit de poesía en el Certamen "Joaquín Lobato" 2018 y publicado en enero de 2019 el libro "Solatz" (Editorial Algorfa, Marbella). Otras publicaciones, sus proyectos y actividades pueden seguirse en el Blog: "Palestra de Filosofía"

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