Parece que nadie discute en nuestros días las innumerables ventajas de un pueblo culto como garantía de un buen gobierno y una sociedad mejor. Cultura y política se asocian en épocas electorales creando discursos en los que el progreso es imposible sin una honda regeneración cultural y educativa que siempre está por llegar y siempre depende de la nueva y definitiva «reforma» educativa. Todos los programas de entretenimiento de las diferentes cadenas televisivas así lo atestiguan y los grandes «gurús» mediáticos lo repiten en espléndidas entrevistas de sofá y relajo ante los presidentes futuribles y actuales pero… ¿realmente le interesa la cultura a la política?, es más ¿realmente le interesa la cultura a alguien?
Aclarar el concepto de cultura en nuestros tiempos no es tarea fácil. En aras de la cultura se une, se disgrega, se manipula, se vende y se compra, se analfabetiza, se entregan o se suprimen subvenciones, premios y ayudas, se eliminan asignaturas, se abren y se cierran universidades… ¿Abarca tanto la cultura? ¿Sirve para tantas cosas?…
A finales del siglo XIX los Regeneracionistas crearon la Institución Libre de Enseñanza con el firme propósito de reformar nuestro sistema educativo para formar hombres cultos y con capacidad crítica como primera piedra de la reforma social que España necesitaba en época de crisis (quizás esto no suene tan lejano). Los políticos de entonces se alejaron de la cultura y sólo la República realizó un proyecto real de cambio educativo que se cerró trágicamente con la Guerra Civil y la llegada de la dictadura. La cultura en aquellos años, se convirtió en «resistencia» y la Universidad en el refugio de unos pocos que querían y podían acceder al conocimiento. La cultura era entonces subversiva, los libros un arma y los estudiantes siempre sospechosos, analizaban desde todos los ángulos posibles la sociedad que les había tocado para encontrar agujeros y rendijas por las que colar un nuevo modelo en el que poder vivir. Con la llegada de la democracia, se erradicó prácticamente el analfabetismo, se amplió la enseñanza obligatoria y se popularizó la universidad aunque hoy en día, parece que lo que sobra en España son universitarios… Es evidente que en muchos aspectos hoy vivimos en una sociedad mejor que la de nuestros antepasados pero también es igualmente claro que tenemos una población joven sobradamente preparada que actualmente, en la mayoría de los casos, se ve condenada al paro o a la emigración para poder realizarse profesional y personalmente. Las reformas educativas se suceden con igual porcentaje de fracasos, se suprimen asignaturas que en ningún país de Europa son cuestionables, se pretenden eliminar carreras que en ningún país del mundo son prescindibles y nos vamos alejando de los puestos de cabeza para acercarnos a las traseras de los países desarrollados en cuestiones culturales y académicas. La milla cultural del Paseo de la Castellana en Madrid convive con un sistema educativo cada vez más precario y deficiente y el acceso a través de Internet a una fuente inagotable de contenidos acaba en la mayoría de los casos en la infrautilización de la tecnología para dar de comer a unas redes sociales que desgraciadamente tienen mucho de «redes» y muy poco de sociales salvo la oportunidad de contar nuestra vida segundo a segundo para un público incondicional.
Vuelvo a la pregunta inicial: ¿realmente le interesa la cultura a la política? Si por cultura entendemos la capacidad crítica de los ciudadanos y su formación para evaluar, comprender y transformar la sociedad en la que vivimos me temo que la respuesta es No. Quizás sea sólo «de momento, no» pero ese «de momento» ya va durando siglos y la oportunidad del cambio no parece estar nunca en el sitio adecuado ni en la ocasión propicia. Desde la política nos venden beneficios por conocimientos, nos dirigen hacia estudios y posgrados «rentables» frente a ese conocimiento inútil que nuestra sociedad no necesita y nos alejan de todo aquello que nos permita encontrarnos a nosotros mismos y a los que con nosotros comparten una misma sociedad. Comprar, vender y hacer perdurable un mundo que para casi nadie es ya sostenible son las grandes metas de nuestro modelo «cultural».
¿Es necesaria la cultura para el funcionamiento de una sociedad? La respuesta es sí y mirando lo que nos ofrece la ciencia, el arte, la música, la filosofía… no sólo es necesaria sino que yo diría que hoy más que nunca es imprescindible.
La cultura es una puerta abierta a un mundo en el que gracias a la curiosidad hay espacio más que suficiente para construir y crecer. Desde ese mundo es mucho más sencillo ver dónde está cada uno y porqué.
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