La paradoja de Jevons: la trampa de la eficiencia energética.

Imagen |Paula Sánchez Calvo
EL 5 de Marzo se celebra el Día Mundial de la Eficiencia Energética y parece que la paradoja de Jevons puede aguarle la fiesta. Hagamos una pequeña presentación: William Stanley Jevons fue un un matemático y economista inglés que desarrolló su obra en la segunda mitad del siglo XIX. Su mayor reconocimiento le viene por su contribución al marginalismo (ya sabéis, cómo el “valor subjetivo” de un bien se reduce a medida que se adquieren unidades adicionales de éste, pero también que los fenómenos económicos se explican más por el agregado de decisiones individuales que por el comportamiento homogéneo de colectivos y otras críticas a la economía clásica). Sin embargo, la reciente revisión de sus escritos reivindica su figura como uno de los padres de la economía ambiental al plantear la cuestión del agotamiento de los recursos naturales y, sobre todo, al plasmar la paradoja que lleva su nombre o “Efecto Rebote”: cuando se implementa una tecnología de eficiencia energética, a menudo esto crea un efecto contrario al que cabría esperar, puesto que la nueva tecnología no reduce la cantidad total de energía consumida, sino que la aumenta.
Suena raro, pero hagamos unas cuentas rápidas: en su época, las mejoras en el aprovechamiento del carbón culminaron en la máquina de vapor, cuya masiva implantación produjo tal consumo mundial de carbón mineral que hasta se empezó a plantear la cuestión de su agotamiento (The Coal Question, W.S. Jevons, 1865). Aunque entonces nos salvamos por los pelos, porque encontramos en el petróleo una nueva fuente de energía, mucho más eficiente que el carbón. Y desde entonces, los motores de combustión se han hecho tan eficientes, que cada vez más artefactos tienen un motor de gasolina: grupos electrógenos, pequeña y mediana maquinaria agrícola y forestal… De nuevo, la paradoja de Jevons. Con otras fuentes de energía llegaríamos a la misma paradoja, por ejemplo la electricidad, e incluso podríamos observarla en otros recursos no energéticos, como las TIC, las infraestructuras viarias o ciertas materias primas.
¿Pero qué magnitud puede alcanzar el efecto rebote? Pues depende de cada país, de si nos referimos al consumo doméstico o al consumo debido a los transportes privados, si se tienen en cuenta consumos indirectos… Mónica Santillán Vera, investigadora de la Universidad Autónoma de México, indica, tras la revisión de 500 estudios realizados en países desarrollados, que el efecto rebote puede oscilar entre el 0 y 60%, aunque la mayoría de los estudios sugieren un 10%: es decir, una mejora en la eficiencia energética podría provocar un incremento del 10% en el consumo global de energía.
A pesar de que Jevons nos lleva avisando del efecto rebote desde hace 150 años, la eficiencia sigue siendo la palabra mágica en muchas políticas públicas (de energía, transporte, de vivienda…) y en el paradigma económico general. Por supuesto, la eficiencia energética no es algo negativo, de hecho es un medio necesario para conseguir una sociedad más sostenible; el problema surge cuando se convierte en un fin en sí misma, y deja de estar supeditada a otras opciones como el ahorro y la planificación: no es igual una casa con un sistema muy eficiente de calefacción que una construida con materiales que ofrecen una mejor aclimatación y por tanto minimizan la necesidad de calentarla (si hablamos de situaciones de pobreza energética o de problemas en el suministro por averías o Filomenas, creo que cobra especial relevancia la diferencia entre eficiencia energética y ahorro).
Hay muchos motivos que explican esta devoción a la eficiencia energética. Por un lado, en la sociedad existe un gran optimismo tecnológico: al fin y al cabo, cuando las reservas de carbón empezaban a ponernos nerviosos, aparecieron los motores de combustión y cada vez se hicieron más eficientes, y ahora la electricidad parece dispuesta a salvarnos de los problemas ambientales que conlleva el uso de combustibles fósiles, incluso puede obtenerse a partir de fuentes renovables. ¿Qué podría salir mal? Aunque hay muchas cuestiones ecológicas, e incluso técnicas, que este planteamiento no aborda, aún son más graves los aspectos sociales que ignora: el desarrollo de tecnologías más eficientes no implica necesariamente su distribución equitativa entre las naciones y dentro de éstas, por lo que la eficiencia no garantiza de ninguna forma el acceso de las personas a la energía. Tampoco atiende a la cuestión del precio, ya que incluso si el consumo por persona u hogar lograra reducirse gracias a la eficiencia, la factura podría mantenerse (¿aumentar?) por cuestiones de mercado.
Por otro lado, a nivel político observamos un enfoque generalizado -en diferentes países y de diferente signo político- hacia la “sostenibilidad débil”. Es la propuesta de sostenibilidad que mejor se ha incorporado en los discursos políticos porque suena bien sin molestar mucho a nadie (recordad los artículos sobre greenwashing: lo verde es sexy), pero ignora las consecuencias de implementar tecnologías de eficiencia energética en una economía fundamentada en el consumo; es decir, el denominado efecto rebote. Al respecto, merece la pena la lectura de un artículo publicado recientemente en la Revista Ingenierías de la Universidad de Medellín (al final del texto, tenéis la referencia y enlace), del que cito algunos fragmentos:
El concepto de desarrollo sostenible ha permeado exitosamente la mayoría de los discursos políticos y económicos; sin embargo, el diseño de la política ambiental en el mundo privilegia el enfoque de la sostenibilidad débil, es decir, prima el capital económico. […] A pesar de las múltiples críticas que ha recibido este enfoque, la eficiencia energética como producto del progreso tecnológico se considera la principal ruta hacia la sostenibilidad. La premisa “más eficiencia con menos energía” es clave en el diseño de políticas que favorecen los procesos de optimización industrial, el reciclaje, las fuentes de energías alternas, entre otras. Sin embargo, ninguna de estas medidas incluye instrumentos de transformación del estilo de vida actual. Debido a que en las actuales políticas no se tiene en cuenta el denominado efecto rebote o paradoja de Jevons (…) no todas las mejoras en eficiencia energética se traducen en un ahorro [global] de energía y sobre todo en la disminución del consumo, debido a que el efecto rebote depende de la dinámica del mercado, la elasticidad del consumo ante los cambios de precio-renta y de las relaciones productivas en la economía.
Así que, frente al optimismo tecnológico y el enfoque de sostenibilidad débil, nos queda ejercer nuestro poco o mucho poder como ciudadanos y como consumidores/usuarios. Y si estabas pensando en cambiar de coche para ser más sostenible, haces bien: cambia al transporte público siempre que puedas porque es la única opción de movilidad (motorizada) realmente sostenible.
Como divertimento, además de leer los artículos citados, podemos reflexionar qué otros recursos naturales parecen estar sujetos a la paradoja de Jevons.
- Ruiz, Diana, Martínez, Juan Pablo, & Figueroa, Apolinar. (2015). Importancia del »efecto rebote» o paradoja de Jevons en el diseño de la política ambiental. Revista Ingenierías Universidad de Medellín, 14(27), 49-59. Retrieved January 25, 2021
- Santillán Vera, Mónica. (2018). El estudio del cambio climático desde la economía. Economía UNAM, 15(44), 113-136.
- Histórico de estadísticas sobre matriculación, Dirección General de Tráfico (España)
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